Swift

En busca de Ella






                  Sus besos poseían el mismo ímpetu que una quimera rugiendo en  la negrura de la noche. Al menos así recuerdo sus caricias ahora, desde mi friolenta ventana invernal, a una distancia infinita de sus labios.

      Pensar en ella y en su presencia tiene tanto peso en mí como el punzante prefijo “ex”, que suele fracturar cada parte que me representa. Y evocarla en mi mente es llamar aquel sobrenatural suceso que viví la pasada semana donde era Ella la protagonista de tan irreal historia.

    Todo comenzó hace un mes  luego de estar un año  en Marlow, Inglaterra, a pocas millas de Londres. Llegué a este tranquilo pueblo por un intercambio cultural entre diferentes países  y desde que pisé tierra inglesa  me he enamorado rotundamente de este lugar. En mi estadía acá trabajo en un modesto café dúplex,  por Westminster, en la calle Baker de Londres, muy cerca del Museo de Sherlock Homes  que siempre logro divisar desde mi trabajo. El cafetín tiene un aire de ser antiquísimo, con revistas viejas y una moda totalmente sesentona; les pertenece a una hermosa pareja judíam muy callados y conservadores pero  suelen ser de lo más pacientes conmigo en el tema del idioma ¡Cómo me ha costado aprender inglés!

     Al salir de la calle Baker y de Londres  me gusta pasearme por las orillas del rio  Támesis, que atraviesa toda la ciudad donde vivo. Siempre disfruto  caminar por un antiguo puente de piedra que conecta un extremo de Marlow con la  vieja y elegante iglesia de la localidad. Las casas parecen sacadas de un cuento de navidad y, por cosas de Dios, el domicilio donde me hospedo está ubicada en una de las zonas más exquisitas  de la población; es una hermosa cabaña dúplex  blanquecina con techos dos aguas, chimenea y con unos ventanales en madera amplios que me regalan una extensa y definitiva vista hacia el río, abrazando  el atardecer  con uno que otro velero quieto entre las aguas hasta el final de sus cauces, justo ante el otro extremo de la ciudad.  Ese es el espectáculo que me regala el ventanal de mi nuevo hogar, el panorama que tengo ahora y el que tenía justo cuando pensaba en Ella hace semanas atrás.

    Estaba melancólicamente postrado en mi ventana, mis ojos admiraban la perfección y la quietud de Marlow pero mi mente se hallaba muy lejos, viajando entre los recuerdos de su sonrisa, de sus besos y de los mejores momentos de ese clímax casual y esporádico que nos encanta llamar amor. Ella era todo para mí. Era el momento perfecto y la persona más imperfectamente perfecta que conoceré jamás. Era mi delirio y mi calma. Estar con Ella era como la sensación de un orgasmo infinito , un delicioso éxtasis. Lo de nosotros era de esas relaciones que surgen cada mil años, como una flor entre un valle de porquería. La porquería era el mundo y por eso la hice a ella mi universo.

     El apocalipsis de ese universo llegó cuando nos separamos hace par de años atrás, y pondría las manos al fuego sabiendo que todo se acabó sin acabarse, sin ese giro inesperado con el que concluye una película romántica. Por  eso me fue difícil venirme a Inglaterra a vivir, estando al tanto de que  mataba las pocas opciones de volver a verle y de tenerle. Y así fue, toda posibilidad se fue al carajo  y eso lo comprobé cuando por medio de las redes sociales vi ,a través de un amigo en común, que ella ya estaba con otro. Con otro haciendo una secuela de nuestra película pero sin mí. Yo había quedado sin papel y sin libreto, y tachado definitivamente de historias venideras.  Recuerdo que ese día, hace un mes atrás, observé la foto en Facebook ,  gracias a mi smarthphone; odie al Internet y su capacidad de asesinar las sorpresas y la imaginación por  su contacto global tan inmediato. Y la odie a ella. Odie cada cosa que había visto en esa foto, incluyendo la cara de su nuevo novio. Solo escuché como el teléfono tocaba bruscamente el piso y como mi cuerpo se dejaba caer sobre mi cama para por fin quedar en estado vegetal.

     Y hubo un apagón. Lo último que recreó mi mente fue el rostro de ese sujeto que tanto detesté.

     Mi estado vegetal había acabado. Desperté la mañana siguiente a causa de un calor inusual.  Al abrir los ojos, recorrí la habitación con la mirada y resultaba ser otra  morada completamente distinta; un cuarto más modesto con afiches desagradables de artistas de Reggaetón pegados en la pared. De un solo brinco salté de la cama y me dirigí hacia la ventana  cuando percibí que el paisaje no era el mismo; una inmensa montaña inundaba la vista y las casas me parecían tan criollamente familiares que me asusté. No estaba en Marlow, ni en Inglaterra y tenía la seguridad que ni siquiera me hallaba en Europa ¿Pero cómo era eso posible?

    Al dirigirme a pasos violentos hacía el espejo, de un baño que no reconocí, observé el rostro que se retrataba ante mí. Y no era el mío. Una piel algo bronceada, cabello negro y ojos oscuros era lo que miraba en el espejo, un cuerpo más delgado y una cara más delicada que la mía. Mil pensamientos cruzaron mi mente en una milésima de instante, el corazón  se me apretó tanto que sentí que estallaría y creía que me estaban haciendo un muy mal chiste o que definitivamente estaba en una terrible pesadilla. No era yo al que estaba observando en el espejo, sino el rostro del nuevo novio de Ella. Ese maldito rostro.
  
    Me di dos dolorosas cachetadas para reaccionar, pero seguía viendo en el espejo un cuerpo que no era el mío. Giré la cabeza bruscamente hacia los lados y seguía en la misma estancia. Era una locura.

    Me senté en la cama asqueado, sabiendo que no era propia. Pensando que ocurría, que clase de droga había consumido o si definitivamente estaba muerto y me hallaba en el infierno. Lo que me hizo volver en sí, fue cuando gritaron a la puerta de la habitación. Era la voz de una madre llamando a un hijo que definitivamente no era yo.

   Nerviosamente me vestí con su ropa algo casual: unos jeans y franela azul con un estúpido estampado.  Me odié por hacerlo, pero aún más, detesté que me veía espléndidamente bien. Y salí.

-           Hijo es hora de desayunar. Por cierto, ha llamado tu novia a la casa – la señora era delgada, de piel tan dorada como el hijo  y sus cabellos bañados en canas.

Habrá sido la mañana más incómoda de mi existencia mientras desayunaba frente a una señora ajena a mí, hablándome de temas que desconocía totalmente.

-          Pensé que la llamarías – me dijo.
-          ¿A quién? – Respondí dudoso. No sabía cómo hablarle, no poseía ni la menor idea de cómo le hablaba este sujeto a su madre.
-          No te hagas el tonto hijo. A tu novia – dijo  de manera picara, mientras comíamos en una modesta meza. Era un apartamento acogedor pero agradable.

   Cuando dijo aquello, mil mariposas revolotearon en mi estómago y me puse tan nervioso que quise salir corriendo de la casa. Pero era cierto, tendría oportunidad de verle, de abrazarla y de tocarla una vez más. Y nunca se enteraría de que era yo.

   Temblorosamente, como si fuese a firmar el decreto de independencia de una nación, cogí el teléfono celular, busqué su número, y la llamé. Escuchar su aguda voz me hizo sentir tan feliz, tan afortunado , que había olvidado por completo lo que sucedía conmigo. Acordamos en vernos en la universidad ese mismo día, y  ágil deduje que el dueño de este pendejo cuerpo estudiaba en el mismo lugar que Ella.

     Me las ingenié para salir de la casa y hallar el transporte público. Iba ansioso por verla lo más pronto posible. Mientras pensaba en que decirle, o que hacer , tres sujetos mal vestidos y con caras diabólicas, abordaron el autobús y con pistolas en mano empezaron a robar a todos. El caos se apropió del trayecto y no podía creerlo, por esa misma razón me había ido de mi país, y ahora que estaba de turista, visitando en un cuerpo que no era propio, me apuntaban en la cabeza mientras amenazaban a los demás.

     Hicieron desviar el bus hasta una montaña en un lugar desconocido. Tomaron de rehenes a dos chicas, un señor y a mí , mientras me sujetaban por la ropa  al tiempo que me apuntaban a la frente. Si llegaban a dispararme, esperaba cerras los ojos y despertar en Marlow, muy lejos de esa realidad. Tristemente muy lejos de Ella.

    El autobús con los demás se había ido, y ahora me encontraba amarrado en una fábrica abandonada, junto a las otras tres personas. Las dos chicas lloraban aterradas. Los delincuentes observaban a las jóvenes con una lujuria desbordante.

   Fue desagradable para mí ver como desvestían a las desdichadas chicas, pero al menos eso sirvió de distracción para que el otro rehén, un tipo de mediana edad, se desatara hábilmente con unas llaves de su casa y lograr llamar a la policía a escondidas. La operación habría sido un triunfo, si media hora después , el teléfono del señor no hubiese recibido una llamada entrante.

-           ¡Tiene otro teléfono! – gritaba uno de los malhechores señalándolo con el arma.

       Sin pensarlo dos veces el segundo maleante descargó todas las balas de su arma contra el pobre sujeto. Yo cerré los ojos para no ver lo que le habían hecho, y para no darme cuenta cuando hicieran lo mismo conmigo. Pasé cinco minutos a ciegas hasta que decidí  abrir los ojos para saber si acabarían conmigo o no.  Y entonces la situación había dado un giro inesperado: Las jóvenes , con cuerpos muy deseables , se vestían con vergüenza, los delincuentes eran arrestados por un grupo de policías , que habían llegado silenciosamente, y el otro rehén (nuestro héroe) era atendido por un paramédico; uno de los ladrones tenía un tic nervioso en el brazo y había fallado todos los disparos.

       Los policías nos sacaron del lugar escoltándonos. Y yo sentía que había vuelto a nacer, al menos dentro de este sueño que poco a poco se convertía en una extraña pesadilla. Pensaba que lo peor había sucedido, hasta que uno de los policías metió su mano en uno de mis bolsillos y sacó de una bolsA llena de lo que particularmente prefiero llamar Cannabis.

       Rápidamente me separaron del grupo de rehenes y me colocaron en una patrulla aparte. Había pasado de victima a victimario en un instante. En un abrir y cerrar de ojos me hallaba detenido. Me pidieron que declarara, pero la historia que había inventado para defenderme era aún más fantástica que la verdadera. No los culpé por pensar que el Cannabis era mío y que estaba drogado. Por ley, me cedieron mi llamada, pero no me sabía ningún otro teléfono celular más que el de mi madre, la verdadera, que debía estar jurando que yo estaba de lo mejor en Marlow. Me decidí a llamarla, pero pensando que todo era una broma , me colgó la llamada de mala manera. Pensé que si mi vida era una estúpida historia escrita por un aburrido escritor, entonces le deseaba que el cuento fuese un total fracaso.

    Me había resignado a pasar rato en prisión , de no ser por una regordeta policía que se acercaba a la celda donde me ubicaba. Sin tantos rodeos , ofreció liberarme si complacía sus necesidades carnales. Y así lo hice. Asquerosamente agradecí que la propuesta me la hiciera esa sudorosa y maloliente mujer y no un policía con gustos poco heterosexuales.

     Salí en libertad a la caída de la tarde, el sol bañaba en tonos rojizos las gigantes montañas de la ciudad. Yo, asqueado por la experiencia anterior, me apresuré a alcanzar a mi chica a la universidad,verla debía ser mi fortuito premio después de vivir tan peculiar día.

      Sabía la ruta de la universidad, yo había estudiado ahí, pero por más rápido que intenté llegar no la encontré. La esperé durante horas sentado frente a la facultad hasta el anochecer. Agradecido estuve de que una amiga de ella apareciese entre la oscuridad de la noche  para saludarme, o al menos para saludar al dueño de este pendejo cuerpo. Yo conocía a su amiga, así que supe cómo tratarla hasta lograr que me dijera a donde había ido Ella.

       Resultaba ser viernes, así que Ella había ido a una fiesta en casa de un amigo , que por casualidad yo también conocía. Sabía dónde era la festividad así que hasta allá me fui y al llegar  la música retumbaba en toda la zona, las luces no hacían apto de presencia y el calor de los cuerpos humedecía las paredes donde bailaba una juventud sin control. A pocos reconocía, pero todos  al parecer eran amigos del nuevo novio de Ella.

        Me distraje buscándola entre la muchedumbre pero solo encontré al autor de la fiesta; larguirucho, peinado de lado y con su cara de tonto como siempre. Lo saludé y allí me quedé  un momento, sentía que alguien me miraba fijamente, era una chica  morena y voluptuosa de gruesos labios que se acercaba a mí como una pantera al asecho, con sensuales movimientos al caminar. A continuación  parpadeé  un segundo y al siguiente se lanzaba hacia mí besándome apasionadamente en los labios. Nuevamente no entendía que sucedía, esa no era la chica que yo esperaba.

-          ¿Quién eres tú? – pregunté desorientado.
-          No seas odioso amor. Por su puesto que tu novia.- respondía la chica. No podía negar que era atractiva, pero mucho menos hermosa que la que esperaba encontrar.

Mi mente hacia mil cortocircuitos por segundo.

        Me deshice de ella en varios intentos de huir hacia el baño y tomé al dueño de la fiesta por la camisa, retirándolo de los demás, preguntándole que sucedía ¿Qué había pasado con la chica que yo esperaba encontrar? El larguirucho chico de manera burlona me preguntó si ya estaba ebrio, diciéndome que obviamente mi novia era aquella a la que acababa de besar  y que la otra chica por la que yo preguntaba se acababa de ir a su casa. Era parte del grupo de amigos, como ya yo sabía y  solo quería darle celos a su ex novio que ahora vivía en Inglaterra.

       Mi vida ahora parecía una triste comedia escrita por un autor divorciado y desempleado. Me sentí contento de lo que me habían dicho y a la vez frustrado por no poseer en ese momento mi propio cuerpo. Lo cierto es que huí de esa fiesta sin pensarlo ni una vez y me fui hasta casa  de Ella en un taxi que parecía  ser enviado del cielo entre la negrura de la noche.

       Era tarde, sus padres me matarían si me encontraban en su casa a esas horas. Decidí entrar por el patio, escalar la pared y, como cliché de película romántica, adentrarme en la casa a través de su ventana. Al tiempo que lo hacía, oía como tocaba una melodía en el piano, una canción que yo le había dedicado años atrás.

      Subí y por fin me hallaba en su habitación  frente a Ella. Lucía totalmente hermosa; sus cabellos castaños largos y sedosos, su piel suave y tostada como la recordaba, su nariz era pequeña y respingada; hacia una combinación perfecta con sus enormes ojos melosos. Y su sonrisa, la curva que dibujaba, era tan perfecta como la de sus caderas. Hasta la misma afrodita debía morir de celos por tanta belleza junta en una sola persona.


-          ¿Pero qué haces aquí? ¿Estás loco L…?  .- la interrumpí con un abrazo tan profundo que debió durar siglos, como cuando el sol abraza el amanecer. O con la pureza con  que brillan las estrellas en la noche.

   Y volver a besarla fue el deleite más grande que he tenido. Reconocer su boca, examinar que era ella por la forma en que me besaba. Como un código único en el universo. El corazón delataba la emoción del cuerpo. Ella me apartó por un momento, me vio con un gesto de no comprender que sucedía y luego fue ella quien me empujó a hacia sus labios. Yo no sabía realmente a quien besaba ella, si a mí o al verdadero ego de este cuerpo, hasta que sentí como  me abrazaba y me besaba con éxtasis, con una emoción auténtica. Como dos almas reencontrándose a través de los siglos.

-          No puedo creerlo ¿Estoy soñando? – preguntó a sí misma. - ¿Eres tú o esto es una mala broma de los chicos? Pero… no entiendo.- Sabía que algo andaba mal, reconocía algo de mí pero a quién veía era a otra persona.

     Le expliqué lo que había sucedido. Ni yo entendía que ocurría. Le conté lo fantástico de todo lo que había acontecido ese día y de como me habían secuestrado. Reímos a carcajadas cuando le narré la asquerosa experiencia que tuve con la policía gracias al Cannabis que tenía en el bolsillo. Y al final le hablé de Marlow, de lo hermoso que era y de la vida que llevaba allá; de mis jefes y el café donde trabajaba. La extrañaba mucho y se lo hice saber, solo le hacía falta algo a Inglaterra y era ella junto a mí.

        Esa noche hablamos muchos, como dos confidentes conspirando. Tocamos el piano como solíamos hacerlo juntos. Dibujamos como dos niños felices de la nada,  felices de solo vivir.; escuchamos música y nos besamos como lo habrían hecho dos enamorados en medio de la Segunda Guerra Mundial, sin saber si podrían volverlo a hacer. Definitivamente la porquería era el mundo y por eso la hice a ella mi universo.

         Dormí abrazado junto a Ella, como jamás lo había hecho y como nunca más lo haré con alguien, hasta escuchar el despertador la mañana siguiente. Me  aterraba que sus padres se enteraran que yo estuviese allí así que me levanté de un solo salto. Pero ella no estaba en la cama. Ni en la habitación. De hecho no era la misma cama, ni la misma habitación donde había dormido la noche anterior. Estaba nuevamente en Marlow. En mi cama. En mi habitación solo.

      Eso sucedió hace un mes y he anhelado todos los días volver a viajar miles de kilómetros al quedarme dormido para estar juntos.

      Me he enamorado de Marlow, pero ahora me dirigiré a Francia. Un amigo me ha comentado que puede conseguirme trabajo en un hotel de lujo. Con lo que me paguen , planeo regresar a mi pueblo para volver a verle, para estar otra vez con Ella.


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